jueves, 21 de febrero de 2008

NOSOTROS, LA IGLESIA Y LOS POBRES.


Te escribo a vos que compartís conmigo el inmenso don o regalo de la fe, que como todo regalo, es inmerecido.

Escribo, con la humildad que corresponde, para los hermanos de otras creencias a quienes invito a participar en futuras ediciones; y así poder transitar el camino hacia un verdadero ecumenismo

También para quienes no sólo no comparten estos sentimientos, sino quizá por el contrario, sienten indiferencia, rechazo y hasta bronca por las inmensas macanas que hemos cometido los católicos en Argentina. Ya sea por acción u omisión. La jerarquía y los laicos. Yo. Y quizá vos… Y a pesar de todo tenés la cortesía de leer estas líneas.

Me parece importante que hablemos, dialoguemos, discutamos estos temas pues hacen a nuestro destino como “Pueblo”. Cuando me refiero a “nosotros” lo hago desde dos puntos de vista: Primero como sujeto, actores y destinatarios de la historia. Segundo como responsables de la construcción de la historia.

En el primer sentido, recordamos que “cada comunidad se define por su fin y obedece en consecuencia a reglas especificas, pero ‘el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana’(CIC 1881).

Por lo tanto el principio, el sujeto y el fin de nuestra actividad política debería ser la persona humana.

En segundo sentido, si la realidad es lo que es, no es culpa de “los otros” sino “de nosotros” porque lo que hicimos u omitimos hacer no alcanzó para transformarla.

Cuando hablo de “Iglesia” me refiero a “ekklêsia”, del griego “ek-kalein” que significa “convocación”. Designa la asamblea de aquellos a quienes convoca la palabra de Dios para formar el Pueblo de Dios y que, alimentados con el Cuerpo de Cristo, se convierten ellos mismos en Cuerpo de Cristo (CIC 751, 777)

En la unidad de este cuerpo hay diversidad de miembros y de funciones. Todos los miembros están unidos unos a otros, particularmente a los que sufren, a los pobres y perseguidos (CIC 806).

Algunas características del Pueblo de Dios son:

  • La identidad de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios.
  • Su ley, es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo nos amó.
  • Como Cristo es sacerdote (servidor), es profeta (denunciante) y es rey (para el cristiano “servir es reinar”) particularmente en los pobres y en los que sufren (CIC 782, 783-86).

Por lo tanto la “iglesia” no es sólo la jerarquía sino todo el PUEBLO DE DIOS. Jerarquía y laicos. Con las características anteriores… Y muchas más…

¡Qué lejos todo esto de la realidad! ¿No?

No sé si compartís conmigo la idea de que la alternativa del Pueblo de Dios (la tuya, la mía y la de la jerarquía…) siempre ha sido la opción entre el poder y los desposeídos, la preferencia por los ricos o por los pobres, el becerro de oro o los intereses del pueblo, el ser humano o “la guita”, la política (preocupación por el destino de todos) o la antipolítica (preocupación por mi, por mi grupo, por mi partido: siempre para sacar “tajada”…).

Frente a esto quisiera compartir con vos estos textos que nos pueden ayudar:

“La invocación de Dios como ‘Padre’ es conocida en muchas religiones. En la nuestra es muy especialmente el “Padre de los pobres”, del huérfano y de la viuda, que están bajo su protección amorosa” (CIC. 238).

“El Reino de Jesús pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para “anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lc. 4,18). Los declara bienaventurados porque de ellos es el Reino de los cielos. (CIC 544).

Un dato más:

El principio del destino universal de los bienes (‘Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos’) exige que se vele con particular solicitud por los pobres, por aquellos que se encuentran en situación de marginación y en cualquier caso, por las personas cuyas condiciones de vida les impiden un crecimiento adecuado. A este propósito se debe reafirmar, con toda fuerza, la opción preferencial por los pobres. Esta es una opción o una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia. Se refiere a la vida de cada cristiano, en cuanto imitador de la vida de Cristo, pero se aplica igualmente a nuestras responsabilidades sociales y, consiguientemente, a nuestro modo de vivir y a las decisiones que se deben tomar coherentemente sobre la propiedad y el uso de los bienes”.

“El amor de la Iglesia por los pobres se inspira en el Evangelio de las bienaventuranzas, en la pobreza de Jesús y en su atención por los pobres. Este amor se refiere a la pobreza material y también a las numerosas formas de pobreza cultural y religiosa. La Iglesia desde los orígenes y a pesar de los fallos de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos” (Compendio de la Doctrina Social al de la Iglesia Nº 182 y 184).

Para hacer o continuar haciendo esto último te propongo estas líneas recordatorias de nuestros más elementales principios cristianos. Con la pretensión de movilizarte y si me apurás, de zamarrearte e invitarte a la participación política activa y urgente, como la forma más directa de cambiar una realidad injusta. ¡Hasta que los bienes sean para todos!

antonio rougier
colectivo
de trabajo liberación

Nota: He tomado deliberadamente todas las citas de dos documentos oficiales
de la Iglesia Católica:
  •  Catecismo de la Iglesia Católica (I.S.B.N. 987-511-010-8)
  • Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (I.S.B.N. 987-511-104-X

1 comentario:

Secretaría de Prensa del S.U.Pe.Tax. dijo...

Felicitaciones por la tarea que realizan y muchos exitos.
Sindicato Único de Peones de Taxis de Mar del Plata.
http://supetaxnet.blogspot.com